sábado, 25 de agosto de 2012

The Last Jump

25 de Agosto de 2012

Probablemente hoy ha empezado la tercera y última parte de nuestro viaje. Si nuestro periplo por tierras nepalíes comenzó con el voluntariado -la razón que nos trajo aquí- y continuo con el turismo, ahora toca la fase del deporte extremo y de aventura.

Para organizarlo hemos decidido irnos al norte, a 14 kilómetros de la frontera con el Tíbet, a un emplazamiento llamado The Last Resort. En plenos Himalayas, en un paraje selvático y en la garganta de un río. Bonito a matar.

El viaje comenzó a las 6 de la mañana, pero tuvimos que esperar a gente que se había dormido. Se trataba de unas chicas nepalíes de clase muy alta. Las pijas de Kathmandu podríamos llamarlas, que- casualmente- se sentaron a nuestro lado.

Como cotorras oiga, durante la primera media hora no paraban de gritar, aquí el "osea" debe ser el "goregore" porque no paraban de repetirlo... Pues de repente van y se ponen a hablar con nosotros, que quieren que cantemos canciones con ellas, ellas cantan en nepalí y que nosotros cantemos canciones en español: Que buenos son los padres Escolapios, que buenos son que nos llevan (al Himalaya) de excursión. Surrealista.

Pues como de este país ya no me extraña nada, tampoco me sorprende que entráramos en su juego, y ahí nos vimos, en medio del autobús cantando el Wakawaka y la Macarena con las pijas veinteañeras haciéndonos el coro. Para atarnos.

Este acercamiento nos permitió conocer a Dipika, la que llevaba la voz cantante de toda la panda, y la verdad es que nos sorprendió bastante. Es Nepalí, rica, limpia, con estudios y con idiomas, un rara avis en la zona. Pero no es como las pijas españolas, fue muy agradable con nosotros, nos ofrecía comida y bebida a todas horas y dentro de las limitaciones del inglés tuvimos una conversación entretenida y divertida...En un viaje salpicado lamentablemente por los constantes controles policiales y las entradas de militares en nuestro autobús buscando a tibetanos en plan redada. Sin comentarios.

Pero no iba a The Last Resort a conocer a ricas nepalíes, este primer día mi deporte extremo (Paula se rajó) consistiría en lo que aquí llaman Bungy Jumping, y en España llamamos Puenting. Sí, Puenting, aquello que había dicho una y mil veces que no haría, pero claro, no es lo mismo tirarte del Puente de Segovia sobre el Manzanares que hacerlo en los Himalaya, a muchos metros de altura sobre el nivel del mar, sobre un puente colgante espectacular y digno de peli de Indiana Jones, con un paisaje bellísimo y siendo el Puenting con mayor longitud de caída de todo Asia. A lo grande.

A lo grande fue el miedo que pasé y más cuando por mi peso me dejaron para el último. Varias veces me maree sobre el puente al mirar hacia abajo como caían los demás. Pero era una lucha contra mi mismo y contra mi mente. De nuevo, como no, dos conclusiones:

La primera es la relatividad del tiempo. Cuando preparaban a los demás para el salto estimaba unos 10 minutos desde que te empezaban a poner el arnés. Para mi fue menos de 1 minuto tal era mi estado de nervios.

La segunda: La sensación cuando caes y llegas abajo y rebotas por primera vez y ves que no, que ya no te matas, cuando ya desaparece el miedo, cuando tu mente recobra el control, es espectacular. Gráficamente sentí como si mi cuerpo irradiara luz y expulsara una gran cantidad de energía. Adrenalina dice Paula que es... Yo no lo sé, pero tuve una sensación que jamás había tenido.

La forma de tirarme, para que engañarnos, no fue la más bella ni la más ortodoxa, además iba con la cámara de fotos en una mano grabando un video y con mi bufanda del Estu en la otra. Pero superé el miedo y el pánico. Fue una lucha contra mi mismo que gané. En principio no lo voy a repetir jamás. Fue mi primer y último salto. Pero había que hacerlo. Y más aquí y en este viaje.

Porque este viaje ni me deja ni me dejara indiferente. Este viaje ha sido y será un gran salto en mi vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario